La droga en el Antiguo Egipto
ADORMIDERA
Pese a dar unas flores muy
llamativas, éstas, no se plasmaron en las decoraciones funerarias hasta los
reinados de Tutmosis IV y Amenofis III (1401-1353 a. C.), irrumpiendo en la
iconografía con mucha fuerza.
F. XIV
Flor y capullo de adormidera .
(Según la iconografía
egipcia).
Unos ejemplos someros de
su difusión pueden ser los siguientes
- De manera palpable,
encontramos plantas completas de adormidera formando el collar que adorna la
estatuilla de madera del arquitecto Kha.
En esta ocasión, los
tallos, trenzados por su base, forman un fleco en el que las flores caen hacia
abajo (TT nº 8, cuyo contenido se conserva en el Museo de Turín).
- Hay flores de adormidera
en los ramos que, dedicados a Osiris, se pintaron en los papiros
mágico-religiosos conocidos con el nombre de Libro de los Muertos, como es el
caso del perteneciente al ya mencionado arquitecto Kha. La misma escena también
se repite en algunas estelas de tumbas contemporáneas (Menna. TT nº 69).
- La tumba de Ramose (TT
nº 55) las contiene en el ramillete que lleva uno de los invitados al ágape.
- Userhat (TT nº 51)
también se hizo acompañar de adormideras, esta vez en el gran ramo que luce el
sacerdote sem del cortejo fúnebre de su tumba.
- Nebamon e Ipuky (F. IV)
quisieron inmortalizarlas en los ramos que adornan la escena del último adiós
ofrecido por sus deudos. En uno, se mezclan las adormideras con los papiros y
los lotos blancos; mientras que en el otro además se incluyen bayas de
mandrágora; quizás manifestando así las preferencias de cada uno de ellos a la
hora de la elección de las drogas.
- Bajo el mandato de
Akhenaton, las adormideras fueron parte de las pinturas que decoraban el suelo
del palacio real de Amarna (Museo de El Cairo).
F. XV
Papaver somniferum.
- Con el reinado de
Tutankhamon, la representación de la reina de las amapolas se incrementa para
alcanzar casi tanto protagonismo como las bayas de mandrágora (piezas nº 593,
91 y 540 del inventario de la tumba hecho por Carter).
- Entre las joyas
pertenecientes al mismo monarca existe un par de pendientes rematados, cada
uno, por cuatro cápsulas de adormidera intercaladas entre otros adornos que
formar el final de las hiladas de cuentas que cuelgan de los aros (piezas nº
61972. Museo de El Cairo).
- Una cucharilla de
cosméticos procedente de la necrópolis de Gurna y datada en la dinastía XVIII,
nos muestra un adorno floral en el que tres cápsulas de adormidera se han
incrustado en una flor de loto suplantando a la habitual mandrágora (pieza nº
1737. Museo del Louvre).
- Otros dos objetos
semejantes están adornados con pétalos o capullos de la misma flor (piezas nº
1743; 1751. Museo del Louvre).
- En época ramésida se
generalizan sus representaciones, y la adormidera llega a las tumbas de los
simples obreros, como es el caso de Sennedjem, (TT nº 1).
F. XVI F. XVII
Centaurea depressa.
(Según la iconografía egipcia).
- También es destacable
una escena de libaciones, muy curiosa, de la tumba de Sennedjem el sacerdote
funerario, con su distintivo de piel de pantera, vierte líquido sobre un
ramo de flores.
Del recipiente, provisto
de una sola boca, caen tres chorros que pueden simbolizar cada uno de los tres
jugos sagrados mandrágora, azulejo y adormidera.
EL OPIO
Se ignora si los antiguos
egipcios del Imperio Nuevo desconocieran el peligro que entraña el consumo del
opio , pero en la actualidad sabemos que
- Tiene propiedades
terapéuticas que se utilizan actualmente, pero cada vez con más cautela. No
hace muchos años, todavía se usaba en los tratamiento de los dolores crónicos,
diarrea aguda con dolores cólicos, intoxicación por el consumo de solanáceas, y
para el alivio de la tos seca.
- Es una droga
depresora del sistema nervioso central que en las primeras dosis produce
euforia, calma el dolor físico y el moral; crea alucinaciones de diversas
índoles, y produce miosis . En la segunda etapa de su consumo, muy breve y
previa a la adición, el usurario se muestra aletargado. Durante la tercera, la
de dependencia física, la persona va perdiendo gradualmente masa muscular y
capacidad intelectual; aparecen sudores fríos, anorexia, desnutrición,
amenorrea, impotencia, estreñimiento, náuseas, sequedad de boca y
susceptibilidad a las infecciones, que hacen padecer emanciación al adicto.
- Crea dependencia
física que, según la opinión de los propios toxicómanos, se establece desde
las primeras dosis, y consiste en la adaptación orgánica al efecto de la droga
que, de ser suprimida, da paso a una serie de trastornos físicos intensos.
- Produce obsesión,
con un impulso continuado e irrefrenable por conseguir una nueva
administración del estupefaciente, en busca de las alucinaciones y el placer
que él causa (de QUINCEY (1821, Vol. I).
- Genera una tolerancia
consecuente con la adaptación gradual del organismo a la substancia tóxica, lo
que exige un aumento paulatino en las dosis para conseguir los mismos efectos.
- Vías de administración
Oral, durante el Siglo XIX, en Egipto se mascaba opio (LANE, (1993 332-333).
Contacto cutáneo (el emplasto hecho con la planta verde majada, que aconseja
Dioscórides para los dolores de cabeza). Inhalación del humo procedente de su
calentamiento .
La mandrágora, que había
llegado a Egipto ya asociada al suave efecto terapéutico del azulejo, encontró
en el país del Nilo un aliado más poderoso el opio.
Mediante la aparición
puntual de las representaciones de la adormidera al final de Imperio Nuevo,
puede deducirse que alcanza su protagonismo cuando la solanácea crea la
necesidad de hallar un calmante potente para combatir los dolores gástricos
producidos por su uso.
Los egipcios del Siglo
XIII a. C., como consecuencia del gran intercambio cultural establecido por los
soberanos de la dinastía XVIII con los demás pueblos civilizados de su entorno
geográfico, tuvieron que conocer los efectos sedantes y soporíferos de la
infusión de las cabezuelas de adormidera, y sus versión más fuerte el jugo de la
planta fresca y, yendo más lejos, el látex de las cápsulas. En definitiva, el
opio .
Echado un vistazo a lo que
la época ofrecía en el campo del consumo ritual de drogas, cabe citar una
cerámica encontrada en santuario de Gazi, Creta (1300 a. C.), que se conserva
en el Museo de Iráklion, representado a una diosa minoica cuya frente se adornó
con una diadema compuesta por tres cápsulas de adormidera perfectamente
hendidas por cinco cortes equidistantes en sentido vertical, indicativo
inequívoco de que su preciado látex ya había sido extraído. De ésta estatuilla
se desprende que los cretenses sabían obtener el opio, y que le daban cierto
significado religioso. Sabiendo que Creta tenía establecidas unas buenas
relaciones comerciales con Egipto, no es aventurado pensar que en el
intercambio cultural fuera incluido el de la manipulación destinada a conseguir
el opio de las capsulas de la adormidera, en el caso de que Egipto aún no la
conociera.
En la tumba de Seti I
(1214-1204 a. C.), la miosis característica de los consumidores de opio, se
manifiesta hasta en las representaciones de los ojos que intervienen en la
escritura jeroglífica.
Sin lugar a dudas, durante
la dinastía XX en Egipto se producía el opio, como lo atestiguan unos
pendientes (pieza nº 52397. Museo de El Cairo) inscritos con el cartucho
de Seti II (1306-1290 a. C.), cuyos remates florales son siete cápsulas de
adormidera por cada pendiente, todas ellas cubiertas de cortes longitudinales.
La simpleza de la
manipulación de las capsulas es idéntica al método a seguir para la obtención
del incienso y el látex de la raíz de la lechuga silvestre. Se puede afirmar
con total seguridad que, de los tres ejemplos citados, el sistema se empleaba
en el Antiguo Egipto para la extracción del incienso y, por tanto, las
posibilidades de que se hiciera igualmente en los otros dos casos son muy
altas.
Por citar unos datos
curiosos relacionados con el consumo de opio en la Antigüedad, recordemos que
- Hipócrates recomendaba
el uso del opio para calmar ciertos trastornos femeninos (ESCOHOTADO (1994)
147).
- Nerón, “tomaba unos
75 grs. diarios” de opio puro disuelto en una pócima que le preparaba su
médico, Andrómaco de Creta; y la sospecha de que “Tito muriera por
sobredosis” (ESCOHOTADO. 1994 181).
Cabe mencionar que el opio
de mayor calidad, apreciado universalmente durante todas las épocas, es el
egipcio, conocido dentro del comercio de la droga con el nombre de opio
tebaico. Tanto, que en ocasiones de crisis económicas se ha usado como un valor
estable semejante al del oro.
Otra curiosidad, que
enlaza el pasado egipcio con el presente, nos la aporta el ya citado escritor
inglés del Siglo XIX, opiómano declarado desde su juventud, THOMAS de QUINCEY
(1821, Vol. II 266), quién comentando una escultura de Ramses II aseguró que la
estatua retrataba “la inequívoca expresión del opiómano”. Una opinión
muy cualificada a tener en cuenta.
Y ciertamente, el gesto de
los adictos al opio, cuando tienen cubierta su necesidad de droga, consiste en
una mirada intensa y ausente con la pupila muy contraída, casi un punto negro
en el iris, y una sonrisa satisfecha, entre enigmática y bobalicona.
Sino es ésta la expresión
perfectamente captada por los artesanos de la era ramésida, cuya iconografía es
conveniente revisar, se le parece mucho. Las pinturas de las tumbas privadas de
la dinastía XIX nos ofrecen la imagen de un pueblo indolente, con una actitud
corporal flotante en un mundo irreal, ambiente común en todos los hipogeos de
los servidores de Seti I y Ramses II.
En paralelo al ascenso de
éste nuevo estilo figurativo, más liberado, está el incremento de las
representaciones de flores completas o pétalos de adormidera, pudiendo
interpretarse su presencia como en los casos anteriores una alusión al uso
ritual que se hacía de sus efectos narcóticos.
También la tumbas reales
de la dinastía XX contienen una serie de elementos nuevos y fantásticos (Ramses
VI. KV nº 9), como genios y otras representaciones que no tienen nada en común
con las tradicionales y que bien pudieron ser producto de visiones terroríficas
producidas por el uso ritual del opio y, por ello, asociadas con la vida del
Más Allá.
La iconografía oficial del
momento quedó recogida, con exquisita finura, en los relieves del templo de
Abidos, dedicado por Ramses II (1290- 1224 a. C.) a su padre Seti I (1306-1290
a. C.), donde las flores de adormidera y las sonrisas algo estúpidas son
fáciles de encontrar.
Sabemos que el incienso
quemado en Egipto estaba dedicado al culto de las divinidades, al igual que la
adormidera, el azulejo y la mandrágora; por tanto, si los antiguos egipcios
llegaron a quemar conjuntamente opio e incienso, es seguro que los faraones
oferentes no quedaron al margen de la aspiración del sahumerio y, tanto de esta
supuesta forma de administración, como en cualquiera de las otras mencionadas,
la dependencia del opio en los reyes de las dinastías egipcias XVIII, XIX y XX
parece un hecho incuestionable.
Volviendo a los relieves
de Abidos, en ellos también podemos observar la presencia de los quemadores de incienso,
objetos que no son exclusivos de la dinastía XIX, ya que están documentados
desde el principio de la XVIII, y recuerdan tanto a las pipas que se utilizan
en nuestro tiempo, para fumar opio que es imposible pasar por alto el detalle .
F. XVIII
Quemador de incienso de
Tutmosis III.
F. XIX
Quemador de incienso usado por
Ramses III,
F. XX
Pipa empleada para fumar opio.
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